la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos


Alejandra Pizarnik


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Julio Cortázar: "En mi corazón América Latina existe como una unidad"/ entrevista de Viviana Marcela Iriart, fotos Eduardo Gamondés, Caracas septiembre de 1979, revista Semana





DEBEMOS LUCHAR CONTRA EL CHOVINISMO


Su voz grave y gangosa atiende el teléfono, sin intermediarios, simplemente él levantando el tubo. Cortázar. Su voz suena seria, como la imagen que tengo de él, una imagen de que siempre tiene 40 años: imposible imaginarle más (y sus biografías dicen que nació en 1914). Explica que quiere ver la revista antes de concedernos una entrevista, y ni él ni nosotros sabemos qué pasó, pero las revistas que dejamos en el hotel jamás llegaron a sus manos. Igualmente sugiere vernos en Parque Central, en la inauguración de la Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70, en la que él participó. Y allí estaba, llamando la atención aún sin quererlo: era el más alto de todos los presentes. Y allí estaba, con la barba y bigotes cobrizos que lleva desde hace tanto, con la seriedad con que aparece en diarios y revistas, con una simpatía que no le imaginaba. Allí estaba, era Cortázar. Un ser humano como usted y como yo, sí, con dos ojos, una boca, dos manos, virtudes, defectos, deseos, nostalgias. La entrevista fue en un rincón del Hotel Anauco Hilton, junto con el Asesor de Semana, Jorge Madrazo, el fotógrafo Eduardo Gamondés y cuatro o cinco admiradores del escritor, inmersos disimuladamente –o no- en la conversación. Él habló despacio, cálidamente y sus ojos claros recorrían los nuestros mientras sus palabras se abrían en el centro de nuestras mentes, quedando allí mucho tiempo después de haber sido pronunciadas. Y él se quedó en nosotros cuando la noche llegó y nos encontró en sitios distintos. Como una presencia invisible, deseada, siempre presente a partir del primer encuentro.



ACERCA DE LA LITERATURA Y LA POLITICA

“Bueno, claro que me molesta ser requerido más para dar opiniones políticas que literarias, porque soy un animal literario. Así como los franceses suelen referirse al hombre como un animal pensante o un animal filosófico, yo soy un animal literario. Nací para la literatura y si fui asumiendo lentamente este compromiso de tipo ideológico que ustedes me conocen, eso fue al término de un proceso muy lento, muy complicado y a veces muy penoso. Porque como mi vocación profunda es la literatura, hay momentos en los que las circunstancias de tipo político –el tener que venir a esta Conferencia, escribir artículos de contenido político, atacar a la Junta chilena o argentina, ocuparme de casos de desaparecidos, muertos, torturados, contestar alguna de la enorme correspondencia que me llega, porque la gente piensa que yo siempre puedo decir algo y ayudar- bueno, hay momentos en lo que, lo confieso porque es verdad, tengo un gran desánimo. Porque me digo: “bueno, ¿alguna vez voy a poder escribir una novela?” Mi ideal sería tener un año o dos de tranquilidad, para escribir una novela que me da vueltas en la cabeza hace mucho tiempo. Por eso es que cada vez más me convierto en un cuentista, porque los cuentos los escribes en el avión, en tu casa, en la calle...”



HASTA FRANCIA LLEGO EL EXILIO

“Yo hace 28 años que vivo fuera de la Argentina, pero nunca me consideré un exiliado hasta el golpe de Videla. Nunca me consideré un exiliado, porque para mí el exilio es una cosa compulsiva, y yo vivía en Francia porque me daba la gana. Porque es un país que me gusta, donde me siento bien y donde iba escribiendo mi obra sin dificultades ni problemas. Y de repente, a partir del golpe militar, supe que me había convertido en un verdadero exiliado. Es decir, que ahora tengo ese sentimiento que tienen todos los exiliados, done los aspectos negativos son muy fuertes, pesan mucho. Eso me llevó por primera vez a reflexionar sobre el problema del exilio. Es entonces que me di cuenta de que si yo o cualquier otro exiliado entra en el estereotipo, en la noción esencialmente negativa, aplastante del exilio, le está otorgando una carta de triunfo a la dictadura que lo exiló. Entonces me planteé el problema en términos muy claros: es una locura, es ilógico, no se puede aplicar científicamente, pero yo en vez de estar en una marcha adelante doy marcha atrás, invierto la velocidad y entiendo el exilio en términos positivos. Yo lo dije en París e hizo sonreír a mucha gente, dije que es como si Videla, ahora que me exiló, me hubiera dado una beca para escribir fuera de la Argentina. Y mi mejor manera de contestar a ese exilio es dar el máximo de lo que yo puedo dar como escritor, y es lo que estoy tratando de hacer. Pero al exiliado que llega totalmente quebrado, ya sea porque él mismo ha sufrido, incluso físicamente, antes de poder salir o porque hay un montón de muertos, desaparecidos, torturados en torno a él, no se le puede pedir que empiece su vida de exiliado con una sonrisa, diciendo: “esto está muy bien”. No, porque está espantosamente mal. Cuando a todo hombre y mujer que ha salvado la inteligencia, le llegue el momento de pensar en la nueva vida que está empezando, es en ese momento en que yo lo incito a que en vez de caer en los estereotipos y decir “yo soy una víctima, yo soy un exiliado, yo he sido injustamente echado de mi país”, y que eso se traduzca poco a poco en amargura, en una nostalgia aplastante, yo lo incito a que –salido del primer choque traumático- vuelva a sentirse un hombre o una mujer pleno”.



SUR, PAREDON Y DESPUES...

 
 “Sí, porque ¿para qué sirve la nostalgia de juntarnos cinco argentinos, hacer un asado, tomar mate, poner un disco de Susana Rinaldi, Mercedes Sosa o Gardel (según los gustos) y complacernos en la nostalgia de un pasado al que quisiéramos resucitar? Yo lo hago también, pero eso no me impide al día siguiente despertar en París, y estar en contacto con un montón de gente que no son argentinos y llevar adelante mi trabajo. De manera que es un asunto que hay que matizarlo, no es muy sencillo, y claro, no todas las personas están igualmente equipadas en el plano mental o intelectual. Y el obrero, que desde el punto de vista cultural está más limitado -porque por su condición de obrero no ha podido estudiar- ese hombre es realmente el que está más en peligro como exiliado. Si un obrero tiene que vivir en Suecia, nada más el problema del idioma es para él una especie de amenaza de muerte. Y ahí la nostalgia, Gardel, sus recuerdos y sus fotos se vuelven su única defensa. Y yo creo que todos nosotros podemos hacer mucho a través de publicaciones, de actos, de reuniones, para hacerles sentir que no están solos”.









EL EXILIO CULTURAL

“Lo que para mí es y ha sido traumático, es un fenómeno en el que no todo el mundo piensa, y que en el caso de un artista exiliado es fundamental. Lo que yo llamaría el exilio de tipo cultural: es terrible cuando te das cuenta de que en tu país hay una barrera de censura que hace, por ejemplo, que yo no pueda publicar más libros en Argentina. Entonces se descubre -y esto es lo espantoso para mí- que yo estoy exiliado, pero que del otro lado, en mi país, hay 26 millones de exiliados en relación a nosotros. Yo estoy separado de mis lectores, pero mis lectores están separados de mí: mi último libro de cuentos no pudo salir en Argentina porque hubo dos cuentos que le molestaron a la Junta. Y no hago de esto una cuestión personal: están separados de 150 magníficos escritores uruguayos, chilenos y argentinos que no se pueden editar en nuestro país. En Chile, desde el 11 de septiembre de 1973, una generación de jóvenes fue tomada por la Junta y metidos en una escuela fascista dirigida por militares. Han pasado seis años y ellos vivieron la edad crítica (entre los 12 y los 18 años) bajo ese régimen, miles y miles de niños y niñas chilenas que en estos momentos creen en la Junta, creen en la Seguridad Nacional, creen que todos nosotros somos traidores. Creen que Chile es un país injustamente atacado y combatido. No es culpa de ellos, pobrecitos, porque en seis años los han convertido en lo mismo en que Hitler convirtió a las juventudes hitleristas, o Mussolini a los “balillas”. Bueno, eso es para mí una de las cosas más espantosas, y nosotros no podemos hacer nada, intelectualmente. Porque esto yo se los digo a ustedes, pero nadie lo va a escuchar en Argentina, nadie lo va a leer, ustedes lo van a publicar y salvo que alguien lo lleve en un bolsillo, nadie va a poder leerlo allí”.



EL ESCRITOR Y SU COMPROMISO CON LA REVOLUCION

“Yo tengo una gran latitud de enfoque en el plano de trabajo de los escritores. Yo creo que puede haber escritores puros, que no introduzcan ningún mensaje político en lo que hacen. Creo que eso es posible, y que su obra puede ser revolucionaria si es una obra creadora, que renueva, una obra bella. Lo único que exijo en esos casos es que la persona que hace literatura pura, muestre con su conducta personal que no es un escapista. Que si él no pone política en lo que hace, es solamente porque -por ejemplo- su vocación es escribir un soneto en donde la política no entre. Pero él tiene que demostrar con su conducta, con su responsabilidad personal, que tiene derecho a escribir esos sonetos. Mira, yo me divierto mucho en escribir literatura pura... El año que viene sacaré un libro, que estoy terminando, donde hay uno o dos cuentos con contenido político, los demás son cuentos fantásticos. Y creo que tengo derecho a escribirlos, porque mis lectores saben quién soy. Entonces, ¿por qué me voy a sentir obligado a poner la política en cada cosa que escriba? Mi literatura, entonces, sería muy mala, soy muy consciente de esto. No todo hombre ha nacido para la acción, no todo hombre tiene a veces ¿cómo decirte? las aptitudes físicas para jugarse en un plano de acción. No todo hombre ha nacido para ser soldado de una revolución. Puede ser un hombre de una vida interior, de una timidez de carácter, que lo lleva a escribir exclusivamente una obra que canta a la revolución. Pero yo no creo que se le pueda exigir una militancia práctica a todo el mundo”.


VIETNAM Y EL MANEJO DE LA INFORMACION POR EL IMPERIALISMO

Yo creo que es positivo que se denuncien las violaciones de derechos humanos ocurridas en los países socialistas, en la medida en que se tenga total seguridad de lo que se denuncia. Porque, cuando se habla de violación de derechos humanos en esos países yo, por principio, examino con mucho cuidado el expediente, porque sé de sobra hasta qué punto la información del imperialismo reforma, cambia y modifica las cosas. Yo no olvido que, por ejemplo, siguiendo la última etapa de la revolución nicaragüense en el Herald Tribune, en París, se podía encontrar un análisis de cómo los yankis preparaban al lector norteamericano para que estuviera en contra del triunfo. Hablaban de Somoza como el tirano, el dictador, pero cuando hablaban de las columnas que avanzaban decían: “las columnas marxistas. Cada ocho o nueve párrafos te soltaban esa palabrita, para que la buena señora que vive en Minesotta o en Detroit diga: “¡Dios mío, los comunistas!” Entonces, cuando se habla del caso de Vietnam, yo estoy esperando encontrarme con García Márquez, que estuvo allí haciendo una gran encuesta, para que él me cuente a mí las cosas. Yo no me fío de los telegramas de prensa. Pero, cuando en Rusia y en los países de la órbita socialista hay flagrantes violaciones de derechos humanos, yo personalmente no me callo.


AMERICA LATINA COMO UNIDAD: ¿REALIDAD O UTOPIA?

“Lo voy a decir de una manera sentimental, casi a lo Rubén Darío: en mi corazón, América Latina existe como una unidad. Soy argentino desde luego (y me siento contento de serlo), pero fundamentalmente me siento latinoamericano. Yo estoy en mi casa en cualquier país de América Latina, siento las diferencias locales, pero son las diferencias dentro de la unidad. Eso, en el plano personal. En el plano geopolítico, está la nefasta política de dividir para reinar, que han aplicado los norteamericanos desde hace tanto tiempo. Fomentando los nacionalismos, las rivalidades entre los países para dominarlos mejor, destruyendo el sueño de Bolívar de los “Estados Unidos de América del Sur” y creando diferentes países orgullosos, seguros de sí mismos, dispuestos a hacerse la guerra por cuestiones que no resisten un análisis profundo; eso es una realidad. Y yo pienso que uno de los deberes capitales de los políticos de izquierda, de los escritores revolucionarios, es intentar por todos los medios de luchar contra ese chauvinismo, que hace que un niño argentino en la escuela aprenda que él es mucho mejor y más que un niño chileno o paraguayo. Por cierto que en mi visita anterior hablé con venezolanos de la calle y su idea sobre los colombianos, su desprecio, su odio, me aterraron. Lo mismo, por supuesto, ocurre en el caso inverso. Es la prueba de que dividir para reinar funciona, que a los yankis les conviene seguir fomentándolo y que las dictaduras locales están encantadas de hacerlo”.


ENTONCES HABLO SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE

“Un día en mi vida es siempre una cosa muy hermosa, porque yo me siento muy feliz de estar vivo. No tengo ninguna intención de morirme, tengo la impresión de que soy inmortal. Sé que no lo soy, pero la idea de la muerte no me molesta y tampoco le tengo miedo. Le niego existencia, entonces, eso me ayuda a vivir de una manera... ¿cómo decirlo? Bajo el sol, solar. Yo estoy muy contento de estar vivo, y además hay una cosa en la que poca gente piensa. Creo que es un prodigio maravilloso que todos nosotros seamos seres humanos, que estemos en lo más alto de la escala zoológica, por un azar puramente genético. Porque tú no eres responsable de ser quien eres. Venimos de una larguísima cadena genética y cuando yo veo a una gallina o una mosca que también han nacido de las mismas cadenas genéticas, me maravillo por ser un hombre y no una gallina. Yo soy un hombre, con todo lo bueno y lo malo que eso tiene. Y estoy contento de haber tenido una conciencia, de haber visto lo más que una conciencia puede ver del planeta. Y no te hablo más”.


Cuando pronunció estas palabras hacía más de media hora que estaba con nosotros, contándonos anécdotas y sonriendo, a veces, como un niño. Sí, él es un ser humano como usted y como yo, para hablar necesita mover la boca en la misma forma en que lo hacemos usted y yo. Pero él es Julio Cortázar.


©Viviana Marcela Iriart
Caracas, septiembre de 1979.
Publicada en noviembre de 1979
Revista Semana, Caracas 
© Fotografías   Eduardo Gamondés



Nota: Esta entrevista fue realizada en Caracas, en el año 1979, durante la realización de la “Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70”, en la que Julio Cortázar fue panelista junto a intelectuales de la talla de Mario Benedetti, Antonio Skarmeta, Eduardo Galeano y Ernesto Cardenal entre muchos otros. 

La entrevista fue publicada en la revista “Semana” de Caracas y la firmé con seudónimo: Julio Cortázar era una de los opositores más célebres de la dictadura argentina, yo estaba exiliada y temía represalias contra mi familia en Argentina. Cortázar, con la humanidad que lo caracterizaba, entendió mi temor cuando se lo expliqué. 

Le envié unos ejemplares a París, donde vivía, y a vuelta de correo me llegó una maravillosa carta manuscrita en donde me agradecía la entrevista. Nunca más tuve contacto con él. Pero cuando muchos años más tarde Cortázar murió, lloré su pérdida como la de un amigo entrañable. En una hora, el tiempo que duró la entrevista, Cortázar se metió en mi corazón y se quedó en él para siempre. Ha pasado mucho tiempo desde que ya no está con nosotros. Y sin embargo, todavía lo sigo extrañando. 






Las fotos fueron tomadas por el fotógrafo argentino Eduardo Gamondés y son inéditas, dado que la revista “Semana” estaba en crisis económica y no pudo comprarlas. Gracias Eduardo por permitir reproducirlas.

Y gracias a Araceli Otamendi, de “Archivos del Sur” por su interés en reeditar el pensamiento de uno de los intelectuales más talentosos, humanos y consecuentes del continente. 

Han pasado veintitrés años desde que la entrevista se realizó. 
Y sin embargo, ¡qué actual que siguen siendo sus palabras! 
Allí donde quiera que estés, ¡Gracias Julio! 
Por tu infinito amor. 

2002


Link:
"Julio Cortázar: Cartas 1977-1984” (Alfaguara  2012): carta a viviana marcela iriart:  La historia detrás de la carta / vmi, 22 de abril de 2013


Original de la entrevista




"El exilio combatiente", ponencia de Julio Cortázar en la "Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericanas en los años 70", Caracas, octubre 1979





Si estas palabras encuentran su camino a través de la prensa y otros medios de información, y llegan como lo espero a millares y millares de exilados latinoamericanos allí  donde se encuentren, quiero que su simple contenido valga como un mensaje dirigido personalmente a cada uno de ellos; estoy seguro de que este deseo expresará el de todos los participantes de esta reunión.

El solo hecho de que nuestra conferencia tenga por objeto un análisis exhaustivo del exilio tal como se presenta actualmente en América Latina significa de por sí una primera respuesta positiva a algo que específicamente se define como negatividad, como carencia, como exclusión, como despojo. Aquí aprenderemos a través de ponencias y debates, las múltiples facetas de algo que en general se considera en términos unívocos o se sufre en un plano demasiado personal como para objetivizarlo y volverlo materia de reflexión. Pienso que por primera vez va a enfocarse desde tantos ángulos y tantas perspectivas una de las formas más siniestras del destino humano, y que se lo hará precisamente para conocer mejor su realidad profunda, diagnosticarlo como el patólogo diagnostica los males del  cuerpo, y abrir un camino más lúcido y por lo tanto más eficaz a nuestra respuesta y a nuestro combate de hombres libres.

Nada tengo yo de patólogo en este  campo tan cruelmente variado, tan  minuciosamente infernal. Desde mi territorio de inventor de ficciones asisto desde hace  años al espectáculo de una diáspora que tuerce, distorsiona, frustra  o metamorfosea vidas  humanas en una medida y una variedad que ningún esfuerzo de la ficción podría abarcar. Experiencias como las que nos ha tocado vivir a quienes participamos de los trabajos del Tribunal Bertrand Russell, para citar una de las muchas instancias donde se ha hecho oír la voz de los exilados y los perseguidos y los humillados, obligan a una definición mucho más radical que las actitudes usuales frente al exilio, quiero decir la denuncia, la protesta y la solidaridad con las víctimas. Experiencias de ese tipo, que sin duda ustedes han vivido y viven en este contexto, exigen algo más que la adhesión fraternal y la ayuda práctica. Por mi parte, y a riesgo de ofender a los ya ofendidos, o de lastimar a los ya lastimados, esa visión extrema del exilio como pura infamia y puro desprecio, me ha llevado paradójicamente a invertir totalmente su signo, a asumirlo como positividad, como un valor y no como una privación. Libre de toda capacidad lógica o científica, loco en mi incurable locura de cuentista y novelista, he sentido que solamente así, invirtiendo lo que las máquinas de la opresión y el escarnio quisieran afirmar como negatividad, será posible detener un día esa incesante hemorragia de hombres y mujeres que desvitaliza nuestra América Latina.

No he sido ni soy el único en querer cambiar de signo la noción tradicional del exilio y del exilado; sé que en esta conferencia habrá muchas voces para proponer desde distintos ángulos esa vertiginosa, difícil pero absolutamente necesaria revisión del concepto de exilio, su paso de la categoría de disvalor estéril a la de valor dinámico. Más aún, el hecho mismo de que nos reunamos para indagar esta forma de la inhumanidad está probando que de la diáspora puede nacer un ágora, que la sociedad y el desarraigo de miles y miles de mujeres y de hombres latinoamericanos son superables si ayudamos a crear una noción diferente del exilio en cada conciencia y en cada conducta.

La simple verdad es que una noción y una praxis positivas del exilio tienen un doble valor; si por un lado pueden modificar estereotipos negativos y disminuir nostalgias comprensibles pero esterilizantes, por otro lado representan una estrategia y un arma de combate, en la medida en que no aceptan la negatividad con la cual tanto cuentan las dictaduras. Cada vez que he visto a un exilado entrar en el lento y penoso camino de la renuncia, he sentido que algo se afirmaba y triunfaba en el campo enemigo; y es aún más  triste pensar que acaso esa renuncia no nacía solamente de las circunstancias personales de exilio sino que era producto de una noción rutinaria, de un lugar común persistiendo obstinadamente desde el fondo de la historia, y que hubiera bastado mostrar a tiempo la otra cara de la medalla para orientar positivamente toda esa negatividad inútil, para cambiar un destino de frustración y entrega, y devolverlo a su plenitud humana.

Sé de sobra que los  exilados responden a múltiples estratos sociales y calificaciones  culturales, y que los hay que están mejor preparados que otros para hacer frente al vacío y a la incertidumbre dentro de ese limbo en penumbras que es siempre el exilio. Pero estoy seguro de que en casi todos los casos una vivencia de tipo afirmativo es siempre posible, y que nuestro deber, puesto que estamos especialmente equipados para ello, es luchar desde aquí y desde todas partes, tanto en congresos como en la actividad privada, en lo teórico como en lo práctico, para difundir, irradiar, exaltar y volver cada vez más viable esta noción dinámica, este sentimiento de que el exilio es otra manera de vivir pero que puede llenarse de un contenido positivo, de una violenta, hermosa fuerza contra lo que lo provocó en su día y lo hace durar frente a toda razón y toda dignidad. Es así como entiendo ahora la solidaridad, que vista dentro de esta perspectiva va mucho más allá de sus manifestaciones habituales, se ahonda en una incitación a echar por la borda los fantasmas y las nostalgias que se aferran a los pies del presente para no dejarlo avanzar hacia el futuro. Nuestro deber para con los exilados latinoamericanos es sobre todo el de llevarles un sentimiento que yo llamaría solar, una claridad de vida, y no solamente ese apoyo que nace de la fraternidad y los medios económicos, y que casi siempre se coloca bajo el signo más o menos disimulado de la compasión. Estamos en condiciones de potenciar fuerzas tantas veces ahogadas por una noción mediocre y rutinaria del exilio. Ojalá que esta conferencia se cierre bajo el signo de la afirmación y que esa voluntad de destruir el exilio dentro del exilio mismo para volverlo combatiente y operativo, se difunda en todas las tierras donde hay latinoamericanos que sufren, donde hay latinoamericanos que esperan.


Caracas, octubre de 1979
Ponencia de inauguración de la Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericanas en los años 70, 21-29 de octubre, Caracas- Mérida, 1979



Incluído en el libro 
Editado por
Barcelona 1984




Fuente: Textosenlinea





Homenaje a 100 años de su nacimiento y 30 de su partida: 
26 Agosto 1914 - 12 Febrero 1984 / 
Homenagem aos 100 anos de seu nascimento e 30 de sua partida:
 26 agosto 1914 - 12 fevereiro 1984